domingo, 22 de abril de 2012

Repsol no es España



 Juan Torres López
 Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla

La única manera de entender las razones que provocan el furor con que
 el gobierno español, los medios de comunicación y tantos tertulianos de toda laya defienden a Repsol no puede ser otra que comprobar el
 amplio listado de ex autoridades del Estado, incluyendo actuales
 ministros, que han estado en su nómina, las miles de páginas y horas
 de su publicidad que financian a los medios y quién sabe qué otro tipo de influencias más inconfensables e inconfesadas.
 Defender la españolidad de Repsol es algo demasiado forzado y olvidar
 que los que ahora lo hacen con tanto ímpetu fueron, en su gran
 mayoría, los que promovieron y llevaron a cabo la privatización de empresas que entonces sí que eran efectivamente españolas, no solo
 porque la totalidad o la inmensa mayoría de su capital era español, lo
 que quizá incluso sea lo de menos, sino porque la estrategia
 empresarial que perseguían respondía a intereses nacionales y no
 globales que apenas si repercuten en el progreso de España y en el
 bienestar de sus ciudadanos.
 Desde que fue privatizada, Repsol tiene su cerebro y su alma puestos
 en otros lugares e intereses y no se puede decir que haya sido España
 en su conjunto quien se haya beneficiado de su actividad empresarial.
 Utiliza paraísos fiscales para tratar de tener aquí la menor carga
 fiscal posible, ha destruido empleo y a docenas de pequeñas y medianas
 empresas española al someterlas a condiciones de pagos draconianas a
 pesar de que cuenta con abundantes recursos financieros y liquidez
 suficientes.
 Es por ello una perversión inaudita que el gobierno y ex políticos en
 su nómina salgan a defenderla y que no dijeran nada cuando Repsol
 actuaba de esa manera lesiva para la economía nacional.
 Y si la actuación en España de Repsol ha resultado tan escasamente
 beneficiosa para nuestros intereses nacionales su comportamiento en el
 exterior resulta sencillamente vergonzoso y justifica que los
 españoles “de bien y como Dios manda”, por utilizar la expresión que
 tanto le gusta a Mariano Rajoy, hubieran condenado hace tiempo sus
 desmanes y tropelías, especialmente, por cierto, en las tierras que en
 los discursos oficiales tanto alabamos considerándolas como nuestras
 hermanas. En Ecuador, Bolivia y otras latitudes ha provocado grandes
 daños medioambientales y sociales y vulnera constantemente los
 derechos humanos de pueblos enteros, generando una ingente deuda
 ecológica allí donde actúa. Como otras multinacionales, que en
 realidad no tienen Patria alguna, Repsol ha promovido gobiernos
 totalitarios con los que poder llegar a acuerdos que la exonerasen de
 pagar impuestos y cuando otros dignos y con vergüenza se lo han
 exigido ha puesto el grito en el cielo y recurrido a su españolidad,
 como ahora, para recabar el apoyo de gobiernos y medios de
 comunicación.
 ¿Dónde estaban entonces los defensores del libre mercado y la
 competencia, de la justicia, la libertad y los derechos humanos?> En Argentina, como en otros países, Repsol utiliza las respectivas
 filiales nacionales, como hacen todas las empresas multinacionales,
 para fijar los llamados “precios de transferencia” (artificialmente
 bajos para hacer que aparezcan pérdidas allí donde conviene y
 beneficios en donde pueden conseguir tratamiento fiscal y condiciones
 políticas más favorables). Y en lugar de orientar la explotación de
 los recursos nacionales hacia el abastecimiento interno que cubra las
 necesidades de la población y satisfaga los respectivos intereses
 nacionales, se utiliza como parte de una estrategia de maximización de
 beneficios global que, entre otras cosas, pasa por considerar al
 petróleo, y al resto de las materias primas, como una commodity, es
 decir, no solo un bien orientado a la producción y el consumo sino,
 sobre todo, a su utilización como activo financiero para especular con
 él en los mercados.
 Confundir los intereses de Repsol con los de España es un insulto a la
 inteligencia de los españoles. Ni es española por la composición de su
 capital -mayoritariamente en manos de intereses extranjeros-, ni por
 la estrategia empresarial que persigue ni, como he dicho, porque
 beneficie principal o sustancialmente a las familias o empresas
 españolas. Más bien todo lo contrario.
 Y la defensa numantina que ahora quiere hacer de Repsol el gobierno
 resulta verdaderamente patética y vergonzosa cuando día a día se
 somete sin más a los mercados, a los bancos que han provocado la
 crisis, a los grandes grupos empresariales y al gobierno alemán que
 impone medidas totalmente lesivas para los intereses españoles. ¡Eso
 sí que merecería una respuesta valiente y patriota por parte de
 nuestro gobierno y de los medios de comunicación!
 Lo que está haciendo el gobierno es patético y se debe decir
 claramente: no está defendiendo los intereses de España y de sus
 ciudadanos, como dice, sino de una gran empresa a la que España, el
 bienestar de su población o la situación de las empresas  que
 verdaderamente están aquí tratando de sacar adelante la actividad y el
 empleo sin gozar del apoyo y los privilegios de Repsol, le importan un
 rábano en el día a día de sus actuaciones
 Ya está bien de tanto teatro y de tanta sumisión ante los grandes. Lo
 que necesitamos en España no son precisamente repsoles que se dediquen
a ganar dinero a espuertas en Argentina y otros países a base de mal
 explotar sus recursos, de evadir impuestos y expatriar beneficios a
 paraísos fiscales, sino un gobierno digno que se plante ante quienes
 de verdad están llevando a la ruina a la economía española.

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